“Suele creerse que yo escribí “Platero y yo” para los niños, que es un
libro para niños.
No. En, “La Lectura”, que sabía que yo estaba con ese libro, me pidió que
adelantase un conjunto de sus páginas más idílicas para su “Biblioteca
Juventud”. Entonces, alterando la idea momentánea, escribí este prólogo:
“Advertencia a los hombres que lean este libro para niños:
Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para... ¡qué sé yo para quién!... para quien escribimos los poetas líricos... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien!
“Dondequiera que haya niños —dice Novalis— existe una edad de oro.” Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta, y se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarla nunca.
Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para... ¡qué sé yo para quién!... para quien escribimos los poetas líricos... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien!
“Dondequiera que haya niños —dice Novalis— existe una edad de oro.” Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta, y se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarla nunca.
¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre
te halle yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, a
veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del
amanecer!”
El poeta Juan Ramón JIMÉNEZ
Madrid, 1914
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