"Estoy seguro de no ser el primero que ha visto un par de alas en un libro abierto, pero tal vez sea uno de los pocos que no puede evitar verlas. Debe de ser por eso por lo que me irritan tanto quienes desprecian el papel de los libros como camino de evasión, de ensoñación, de fantaseo. Quienes hacen esto suelen defender la superior importancia del libro como vía de conocimiento, como arma crítica, como depósito de la memoria. A mí siempre me apetece tener entre las manos unas páginas con una pizca de sueños, y siempre me parece que esos viajes por mundos medio imaginados no carecen de enseñanzas, de lecciones morales y de ecos de nuestro pasado. Es más, las voces de más allá del espejo suelen sonarme más claras, más vibrantes, limpias de la incertidumbre y el ruido de los telediarios. Tal vez necesitemos creer que siempre hay un camino recto y uno oscuro, que la Ciudad Esmeralda está donde acaban las baldosas amarillas y que el Lobo Feroz puede ser vencido con astucia.
La niña que vuela podría ser Momo. De hecho, creo que es ella, aunque Ende le puso al lado una tortuga y no ese gato asustado que no es capaz de disfrutar del viaje. Creo que debería aprender a leer."
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